Ana Rosa y la Campos se llevan al matar

Repaso las revistas y me topo con Michelle Obama como protagonista de dos encuentros mediáticos. Uno, con Carla Bruni en la conmemoración del desembarco de Normandía. Los titulares de siempre: que las dos iban de blanco, esperado cara a cara entre primeras damas, sencillez y elegancia. Un aburrimiento. En cambio se le ha dado menos cobertura a la visita de Nancy Reagan a la Casa Blanca. 

Apenas un par de imágenes con sus actuales inquilinos y un pie de foto para contar que vuelve a su antigua residencia para preparar los actos de homenaje a Ronald Reagan en el centenario de su nacimiento. Nancy está diminuta, menguante, casi nonagenaria. Cuesta recordar que fue ella la que acuñó el infame slogan antidroga Just say NO, al que algunos contestamos Just say KNOW. Dejando a un lado el lado panfletario, ha sido una de mis primeras damas favoritas.

Primeras damas de la televisión hay en todos los países, es un título que debería ser oficialmente ratificado en el BOE. Soy adicta a la búsqueda semanal en Youtube de los mejores momentos de las estrellas catódicas latinas, sobre todo de las argentinas, insuperables. Les invito a que exploren las presentaciones y exabruptos de Mirtha Legrand, los despistes de Susana Giménez, la lengua locuaz de Moria Casán, las meditaciones zen de Nacha Guevara. Impagables. 

Como es lógico, un encuentro televisivo entre alguna de estas divas es pico de audiencia y comentario nacional. Las confluencias entre Susana y Moria son divertidos, desenfrenados. Pero cuando se sabe que se van a juntar Susana y Mirtha, todo el mundo contiene la respiración esperando el desenlace. En una de esas entrevistas Susana se arrodilló ante Mirtha, mostrando una humildad impostada que la nominó como vencedora de la refriega.

Así, como si de una pelea entre púgiles se tratara, dando puntos a cada contrincante, Sálvame cubrió la noticia del encuentro de la semana, la visita de María Teresa Campos al programa de Ana Rosa Quintana. Segundo choque de titanas con motivo de la presentación del libro de memorias de la primera. En la primera ocasión, el pasado otoño, la razón era el regreso de Campos a Telecinco. Gracias a internet pude seguir round tras round, aún hallándome fuera de España. ¿Mi veredicto como árbitro experto en choques sobre la lona? Aquel primer acercamiento fue boxeo puro, a ceja abierta, gancho, derechazo, amago de golpe bajo. Este segundo ha sido más lucha libre mexicana o pressing catch nortemericano, combate perfectamente coreografiado con sofisticadas llaves y retorcimientos. Ambas contendientes reconocen el morbo que despiertan estos enfrentamientos y han aprendido a pegarse tiritos (Ana Rosa dixit) que enardecen al televidente. Puyas reales o ficticias, eso es lo de menos.

Imposible dar un vencedor, hay que levantar los brazos de las dos, empate técnico. Mérito de ambas. Pero hay que reconocer que, aunque la lucha tenga lugar en casa, es más difícil entrevistar que ser entrevistado, y Ana Rosa ya lleva dos a su favor. Se puede marchar tranquila de vacaciones.

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